He aquí sus razones para ser, después de todo, una fan inclaudicable.
-Porque tengo la sensación –seguramente compartida con muchos- que desde los doce años hasta ahora, con treinta y cinco a cuestas, García estuvo siempre como un telón de fondo de sonidos que fueron marcando cada experiencia, cada momento de la vida.
Porque “un día descubrí que empezaba a crecer, sentí, lloré y creí”…
-Podría transcribir infinitas canciones que pusieron palabras a ciertos estados donde sólo reinaba el silencio. Palabras prótesis, palabras amarras, palabras afecto, cuántas palabras le robamos a Charly…
-Porque “nadie me enseño cómo vivir, nadie me enseñó cómo sentir”…”Tómalo con calma, la cosa es así…”
-Porque “fui lo que creí, soy lo que está pasando” como dice en Reloj de plastilina.
-Porque aunque suene paradójico, hay una tremenda fuerza vital en la trayectoria Charly, una búsqueda constante, no se sabe muy bien de qué (quizá de ese sonido absoluto, de esa voz, de esa palabra), una insistencia, un balbuceo, un “irse demasiado lejos para estar acá”.
-Porque si de poner el cuerpo se trata, todo Charly es una escritura en el cuerpo. El precio de la autenticidad extrema, a pesar de las poses, a pesar de los gestos.
-Porque simplemente, me da felicidad. Charly transmite algo que tiene que ver con la búsqueda de cierta liviandad, pero no la de lo light o de lo vacuo. Es una liviandad que surge después de haber atravesado tempestades, tormentas de locura. La liviandad del que puede regresar, del sobreviviente, del soplo de vida. “Si los pesados mi amor, llevan todo ese montón de equipaje en la mano, oh! mi amor, yo quiero ser liviano. Cuando el mundo tira para abajo, es mejor no estar atado a nada…”
-Porque con su genio de artista nos dio tantas canciones bellas, pero tantas…no le podemos pedir nada más, no se le puede pedir nada más. Charly es un artista verdadero, que se ha entregado en cuerpo y alma. Mejor nos preguntemos qué tenemos nosotros para dar…
Porque “un día descubrí que empezaba a crecer, sentí, lloré y creí”…
-Podría transcribir infinitas canciones que pusieron palabras a ciertos estados donde sólo reinaba el silencio. Palabras prótesis, palabras amarras, palabras afecto, cuántas palabras le robamos a Charly…
-Porque “nadie me enseño cómo vivir, nadie me enseñó cómo sentir”…”Tómalo con calma, la cosa es así…”
-Porque “fui lo que creí, soy lo que está pasando” como dice en Reloj de plastilina.
-Porque aunque suene paradójico, hay una tremenda fuerza vital en la trayectoria Charly, una búsqueda constante, no se sabe muy bien de qué (quizá de ese sonido absoluto, de esa voz, de esa palabra), una insistencia, un balbuceo, un “irse demasiado lejos para estar acá”.
-Porque si de poner el cuerpo se trata, todo Charly es una escritura en el cuerpo. El precio de la autenticidad extrema, a pesar de las poses, a pesar de los gestos.
-Porque simplemente, me da felicidad. Charly transmite algo que tiene que ver con la búsqueda de cierta liviandad, pero no la de lo light o de lo vacuo. Es una liviandad que surge después de haber atravesado tempestades, tormentas de locura. La liviandad del que puede regresar, del sobreviviente, del soplo de vida. “Si los pesados mi amor, llevan todo ese montón de equipaje en la mano, oh! mi amor, yo quiero ser liviano. Cuando el mundo tira para abajo, es mejor no estar atado a nada…”
-Porque con su genio de artista nos dio tantas canciones bellas, pero tantas…no le podemos pedir nada más, no se le puede pedir nada más. Charly es un artista verdadero, que se ha entregado en cuerpo y alma. Mejor nos preguntemos qué tenemos nosotros para dar…
Fuente: http://weblogs.lavozdelinterior.net
GESTO Y EXPERIMENTACION ESTETICA.
NOTAS SOBRE CHARLY GARCÍA
Inés María Magnasco
María Soledad Boero
Universidad Nacional de Córdoba
“Yo soy lo que hago y son las mismas canciones las que te arrastran a esos estados emocionales... jodidos para el que no puede bancarse un estado emocional así. Me parece que un tipo que no dé la vida por lo que hace, no es un artista. Lo que pasa es que estamos acostumbrados a artistejos de cuarta” (Charly García en declaraciones a la revista Rolling Stone).
Poses¨No pienses que estoy loco,es sólo una manera de actuar¨
“Yo soy lo que hago” dice el autor en el epígrafe y nosotras lo tomamos como una clave de lectura, un punto de partida para pensar y compartir con ustedes algunos interrogantes en torno a una figura compleja dentro del campo de la música popular argentina. ¿Por qué rescatar soy lo que hago? Tal vez sea una respuesta en otro tiempo a la tan famosa “Soy lo que soy”, y entre el ser y el hacer, entre la posición estática y el movimiento, entre la existencia que se contrapone a la esencia, se abre -por lo menos para nosotras- un espacio para indagar.
Cuando mencionamos el nombre de Charly García en el contexto de nuestro país, no es necesario agregar demasiado más para saber de quién estamos hablando. Icono del rock nacional, su figura se genera y autoengendra permanentemente. Músico genial, oído absoluto, derrotero de excesos y escándalos que lo convierten en un cuerpo extremadamente visible y a la vez, singularmente excéntrico. Un crítico de rock sostiene que “no hay prácticamente nada sobre Charly que pueda decirse que él no haya dicho o imaginado antes, a favor o en contra. Los varios Charly que habitan en Charly han sido rigurosamente retratados por el escritor y compositor que alguna vez fue Charly García Moreno, algunas veces con autocomplacencia, pero muchas otras descarnada e irónicamente”.
Figura polémica y provocadora de opiniones fuertemente antagónicas (para algunos, la estrella de rock nacional por excelencia; para otros, la decadencia de un artista que en alguna época supo escribir buenas canciones): toda su vida se ha convertido en un escenario donde, en varias ocasiones, su cuerpo -como soporte de significaciones- ha sido el protagonista.
Vemos entonces que el objeto Charly García (su música, sus letras, sus declaraciones televisivas y gráficas, sus performances en los recitales, sus escándalos mediáticos; pero también todo lo que se ha escrito sobre él, a favor y en contra, todas las representaciones/interpretaciones que han circulado y circulan sobre su figura) se ha convertido en un objeto excesivamente potente, que promueve a la ilusión de que todo ya se hubiera dicho sobre él (ilusión de transparencia que el mismo artista contribuye a alimentar) y, paradójicamente, se ha transformado en un “objeto opaco”, en el que vida y obra, persona y personaje, aparecen imbricados de un modo singular.
Posar a estrella de rock
Como señala Sylvia Molloy, la pose intenta expresar algo que no se nombra, que está por venir. El sujeto que posa necesita provocar para que su actitud cobre sentido. La pose decadentista –paradigmática por excelencia- esconde algo más que una caricatura o una postura frívola; se presenta como estrategia de provocación para no pasar desatendida, para obligar la mirada del otro, “para forzar una lectura, para obligar un discurso” (Molloy, 1994: 130). La exageración se apodera del cuerpo del que posa: el exceso, la exhibición…todo sirve para fomentar la “lujuria de ver” (pero también cierta lujuria del decir, del opinar sobre el que posa, de la sentencia, la clasificación, etc.).
La figura de Charly García parecería fabricada para posar ya que supuestamente tendría todos los atributos legibles para alimentar el mito de la estrella de rock: de cuerpo longilíneo, su extrema delgadez se muestra como un mapa que sugiere el exceso y el descontrol, además de sus uñas pintadas, sus aerosoles que cubren todo lo que toca, sus prótesis para mirar e intervenir sobre lo que lo rodea, su inconfundible bigote bicolor, entre otros elementos y actitudes más polémicas. Creemos que hay un juego consciente del músico para contribuir a exacerbar los tics de la estrella de rock y también sostener una definición de lo que debe ser un verdadero artista:
“Podés ser músico, ser actor, estar en la TV, pero no por eso sos artista. Si hablamos en serio, artistas de verdad hay pocos. El artista es un tipo de otro nivel, alguien que hace arte de su vida” (“Ser músico o actor no te hace un artista” Página 12, miércoles 27 de junio de 2001).
Quizá las huellas de esa pose decadentista, sumadas a los tics de una estrella de rock, contribuyan a sostener la delgada línea entre arte y vida, letra y cuerpo. Charly se nutre de esas poses, y las localiza -para la mirada del otro- en una zona de ambigüedad. El artista -a pesar de todos los pronósticos agoreros sobre la inminencia de su muerte, no sólo la física sino también de su creatividad- es protagonista activo de su permanente invención, de su hacerse en y a través de sus canciones, de su historia, y por qué no, de sus poses. “Lo que ves es lo que hay, todo el mundo quiere olvidar” provoca Charly en una de sus canciones y parece empeñarse en hacer de su cuerpo una tecné que escenifica su presencia actual.
Una escena mediática interesante para analizar sucedió hace un par de años, en un hotel en Mendoza. Era verano y Charly se encontraba en la habitación de un noveno piso, esperando, tal vez, su próxima presentación. De repente, y viendo que en el patio del hotel había una pileta llena, decide tirarse desde la ventana de su habitación que, repetimos, se encontraba en un noveno piso. Al instante, sale del agua sin un rasguño y a partir de allí, comienza el barullo semiótico y los avatares mediáticos. Por un lado, el riesgo y la “locura” de este músico son noticias por la tele, las opiniones sobre su estado psíquico, los rótulos de payaso, provocador, el ridículo. Por el otro, la “lujuria” del que mira y a la vez condena, paradójicamente registra la acción a través de las cámaras en todos sus detalles y promueve al escándalo. Charly, por su parte, sale al cruce con argumentos del más puro tenor logicista: “Tenía calor, no podía salir, estaba encerrado, ví la pileta y recordé mi infancia cuando practicaba clavadismo. Sabía lo que hacía”.
Nos importaba traer esta escena porque nos permite formularnos una serie de interrogantes: ¿Se puede leer esta acción como una pose más, como una nueva estrategia de provocación? ¿Se trataría de la exacerbación, la coronación de la pose decadentista? ¿O tal vez podríamos considerarla como una de las tantas acciones en las que el artista muestra más que enunciar su compleja relación entre arte y vida? Relación en la que el cuerpo y la vida misma se transforman en arte, si nos volvemos a detener atentamente en las palabras de Charly que citamos en este trabajo.
De esta manera, podríamos decir que el cuerpo se vuelve corpus: el episodio de la pileta generará dos canciones: “Me tiré por vos” y “Noveno B”.
Gestos“Fui lo que creí, soy lo que está pasando”
La apuesta vital y estética parecería ser no sólo “Soy lo que hago” sino también “soy lo que está pasando”, es decir, el cuerpo aparece atravesado por el contexto, por lo que lo rodea, por el medio. El cuerpo entonces, se convierte en caja de resonancia, en soporte: un cuerpo que se escribe y una boca que calla, un cuerpo que en su gesto, “se asume y se soporta”.
La característica del gesto -sostiene Agamben- es que por medio de él no se produce ni se actúa, sino que se asume y se soporta. El gesto se inscribe en la esfera de la acción, pero se distingue del actuar (un fin sin medios) y del hacer (un medio con vistas a un fin) (Agamben, 2001: 53, 54).
Pensando en esta noción se hace más visible y legible una experimentación estética como la de Say no more. Lo que comenzó siendo sólo un título de una nueva placa se transformó en un concepto clave de toda su obra posterior pero también una relectura de su producción anterior.
En el año 1996 Charly García edita su álbum denominado Say no more –disco que generó una serie de polémicas desde el momento de su aparición ya que sus primeras presentaciones en público fueron frustradas. Además, desde la crítica fue bastante rechazado, y negado por gran parte del público que creció con las canciones del roquero. Este disco surge luego de una época demasiado atormentada para artista –internaciones, problemas con drogas, escándalos, etc. La gráfica que acompaña al C.D también juega a la experimentación: Aparece la figura de Charly, opaca, confusa, su cuerpo parece surgir de los mismos clarososcuros que componen la fotografía y que marcan el tono de las letras y de la música. A su lado, el trazo dibujado por él mismo, con las iniciales de Say no more, que luego adquirirá el estatuto de logo.
Say no more se constituye en un sello, una firma, un espacio, un tiempo y la nueva nominación del músico: “Say no more soy yo”, dijo Charly; otra forma de confusión entre arte y vida. De este modo, Say no more se transforma en una marca registrada, un nuevo “universo” de García, en el que lo que se está jugando es la invención de un Nombre, quizá no ya tan Propio a la esencia, a un “yo”, sino tal vez más acorde a lo que no se dice, a lo que permanece inexpresado, a lo que se muestra porque no puede ser dicho, porque quizá no haya nada que decir. No digas nada. No hay nada que decir.
Say no more entonces, marcaría el punto de inflexión en el que la pose da lugar al gesto. O -pensando con Agamben- señala el momento en el cual “una vida se juega en la obra”. En esa jugada García abandona un terreno seguro: pone en juego su “prestigio” pasado, su trayectoria, para instalar otro concepto marcado por la disonancia y lo imprevisible. La invención de sí estaría ligada a un “hacerse” que va más allá de la obra, de lo escrito y que compromete al cuerpo como espacio donde esa invención se hace carne. El cuerpo como laboratorio, escenario y experimentación. Y en ese gesto, puede ser entendida una frase fetiche del propio García: “La vanguardia es así”.
“Yo soy lo que hago y son las mismas canciones las que te arrastran a esos estados emocionales... jodidos para el que no puede bancarse un estado emocional así. Me parece que un tipo que no dé la vida por lo que hace, no es un artista. Lo que pasa es que estamos acostumbrados a artistejos de cuarta” (Charly García en declaraciones a la revista Rolling Stone).
Poses¨No pienses que estoy loco,es sólo una manera de actuar¨
“Yo soy lo que hago” dice el autor en el epígrafe y nosotras lo tomamos como una clave de lectura, un punto de partida para pensar y compartir con ustedes algunos interrogantes en torno a una figura compleja dentro del campo de la música popular argentina. ¿Por qué rescatar soy lo que hago? Tal vez sea una respuesta en otro tiempo a la tan famosa “Soy lo que soy”, y entre el ser y el hacer, entre la posición estática y el movimiento, entre la existencia que se contrapone a la esencia, se abre -por lo menos para nosotras- un espacio para indagar.
Cuando mencionamos el nombre de Charly García en el contexto de nuestro país, no es necesario agregar demasiado más para saber de quién estamos hablando. Icono del rock nacional, su figura se genera y autoengendra permanentemente. Músico genial, oído absoluto, derrotero de excesos y escándalos que lo convierten en un cuerpo extremadamente visible y a la vez, singularmente excéntrico. Un crítico de rock sostiene que “no hay prácticamente nada sobre Charly que pueda decirse que él no haya dicho o imaginado antes, a favor o en contra. Los varios Charly que habitan en Charly han sido rigurosamente retratados por el escritor y compositor que alguna vez fue Charly García Moreno, algunas veces con autocomplacencia, pero muchas otras descarnada e irónicamente”.
Figura polémica y provocadora de opiniones fuertemente antagónicas (para algunos, la estrella de rock nacional por excelencia; para otros, la decadencia de un artista que en alguna época supo escribir buenas canciones): toda su vida se ha convertido en un escenario donde, en varias ocasiones, su cuerpo -como soporte de significaciones- ha sido el protagonista.
Vemos entonces que el objeto Charly García (su música, sus letras, sus declaraciones televisivas y gráficas, sus performances en los recitales, sus escándalos mediáticos; pero también todo lo que se ha escrito sobre él, a favor y en contra, todas las representaciones/interpretaciones que han circulado y circulan sobre su figura) se ha convertido en un objeto excesivamente potente, que promueve a la ilusión de que todo ya se hubiera dicho sobre él (ilusión de transparencia que el mismo artista contribuye a alimentar) y, paradójicamente, se ha transformado en un “objeto opaco”, en el que vida y obra, persona y personaje, aparecen imbricados de un modo singular.
Posar a estrella de rock
Como señala Sylvia Molloy, la pose intenta expresar algo que no se nombra, que está por venir. El sujeto que posa necesita provocar para que su actitud cobre sentido. La pose decadentista –paradigmática por excelencia- esconde algo más que una caricatura o una postura frívola; se presenta como estrategia de provocación para no pasar desatendida, para obligar la mirada del otro, “para forzar una lectura, para obligar un discurso” (Molloy, 1994: 130). La exageración se apodera del cuerpo del que posa: el exceso, la exhibición…todo sirve para fomentar la “lujuria de ver” (pero también cierta lujuria del decir, del opinar sobre el que posa, de la sentencia, la clasificación, etc.).
La figura de Charly García parecería fabricada para posar ya que supuestamente tendría todos los atributos legibles para alimentar el mito de la estrella de rock: de cuerpo longilíneo, su extrema delgadez se muestra como un mapa que sugiere el exceso y el descontrol, además de sus uñas pintadas, sus aerosoles que cubren todo lo que toca, sus prótesis para mirar e intervenir sobre lo que lo rodea, su inconfundible bigote bicolor, entre otros elementos y actitudes más polémicas. Creemos que hay un juego consciente del músico para contribuir a exacerbar los tics de la estrella de rock y también sostener una definición de lo que debe ser un verdadero artista:
“Podés ser músico, ser actor, estar en la TV, pero no por eso sos artista. Si hablamos en serio, artistas de verdad hay pocos. El artista es un tipo de otro nivel, alguien que hace arte de su vida” (“Ser músico o actor no te hace un artista” Página 12, miércoles 27 de junio de 2001).
Quizá las huellas de esa pose decadentista, sumadas a los tics de una estrella de rock, contribuyan a sostener la delgada línea entre arte y vida, letra y cuerpo. Charly se nutre de esas poses, y las localiza -para la mirada del otro- en una zona de ambigüedad. El artista -a pesar de todos los pronósticos agoreros sobre la inminencia de su muerte, no sólo la física sino también de su creatividad- es protagonista activo de su permanente invención, de su hacerse en y a través de sus canciones, de su historia, y por qué no, de sus poses. “Lo que ves es lo que hay, todo el mundo quiere olvidar” provoca Charly en una de sus canciones y parece empeñarse en hacer de su cuerpo una tecné que escenifica su presencia actual.
Una escena mediática interesante para analizar sucedió hace un par de años, en un hotel en Mendoza. Era verano y Charly se encontraba en la habitación de un noveno piso, esperando, tal vez, su próxima presentación. De repente, y viendo que en el patio del hotel había una pileta llena, decide tirarse desde la ventana de su habitación que, repetimos, se encontraba en un noveno piso. Al instante, sale del agua sin un rasguño y a partir de allí, comienza el barullo semiótico y los avatares mediáticos. Por un lado, el riesgo y la “locura” de este músico son noticias por la tele, las opiniones sobre su estado psíquico, los rótulos de payaso, provocador, el ridículo. Por el otro, la “lujuria” del que mira y a la vez condena, paradójicamente registra la acción a través de las cámaras en todos sus detalles y promueve al escándalo. Charly, por su parte, sale al cruce con argumentos del más puro tenor logicista: “Tenía calor, no podía salir, estaba encerrado, ví la pileta y recordé mi infancia cuando practicaba clavadismo. Sabía lo que hacía”.
Nos importaba traer esta escena porque nos permite formularnos una serie de interrogantes: ¿Se puede leer esta acción como una pose más, como una nueva estrategia de provocación? ¿Se trataría de la exacerbación, la coronación de la pose decadentista? ¿O tal vez podríamos considerarla como una de las tantas acciones en las que el artista muestra más que enunciar su compleja relación entre arte y vida? Relación en la que el cuerpo y la vida misma se transforman en arte, si nos volvemos a detener atentamente en las palabras de Charly que citamos en este trabajo.
De esta manera, podríamos decir que el cuerpo se vuelve corpus: el episodio de la pileta generará dos canciones: “Me tiré por vos” y “Noveno B”.
Gestos“Fui lo que creí, soy lo que está pasando”
La apuesta vital y estética parecería ser no sólo “Soy lo que hago” sino también “soy lo que está pasando”, es decir, el cuerpo aparece atravesado por el contexto, por lo que lo rodea, por el medio. El cuerpo entonces, se convierte en caja de resonancia, en soporte: un cuerpo que se escribe y una boca que calla, un cuerpo que en su gesto, “se asume y se soporta”.
La característica del gesto -sostiene Agamben- es que por medio de él no se produce ni se actúa, sino que se asume y se soporta. El gesto se inscribe en la esfera de la acción, pero se distingue del actuar (un fin sin medios) y del hacer (un medio con vistas a un fin) (Agamben, 2001: 53, 54).
Pensando en esta noción se hace más visible y legible una experimentación estética como la de Say no more. Lo que comenzó siendo sólo un título de una nueva placa se transformó en un concepto clave de toda su obra posterior pero también una relectura de su producción anterior.
En el año 1996 Charly García edita su álbum denominado Say no more –disco que generó una serie de polémicas desde el momento de su aparición ya que sus primeras presentaciones en público fueron frustradas. Además, desde la crítica fue bastante rechazado, y negado por gran parte del público que creció con las canciones del roquero. Este disco surge luego de una época demasiado atormentada para artista –internaciones, problemas con drogas, escándalos, etc. La gráfica que acompaña al C.D también juega a la experimentación: Aparece la figura de Charly, opaca, confusa, su cuerpo parece surgir de los mismos clarososcuros que componen la fotografía y que marcan el tono de las letras y de la música. A su lado, el trazo dibujado por él mismo, con las iniciales de Say no more, que luego adquirirá el estatuto de logo.
Say no more se constituye en un sello, una firma, un espacio, un tiempo y la nueva nominación del músico: “Say no more soy yo”, dijo Charly; otra forma de confusión entre arte y vida. De este modo, Say no more se transforma en una marca registrada, un nuevo “universo” de García, en el que lo que se está jugando es la invención de un Nombre, quizá no ya tan Propio a la esencia, a un “yo”, sino tal vez más acorde a lo que no se dice, a lo que permanece inexpresado, a lo que se muestra porque no puede ser dicho, porque quizá no haya nada que decir. No digas nada. No hay nada que decir.
Say no more entonces, marcaría el punto de inflexión en el que la pose da lugar al gesto. O -pensando con Agamben- señala el momento en el cual “una vida se juega en la obra”. En esa jugada García abandona un terreno seguro: pone en juego su “prestigio” pasado, su trayectoria, para instalar otro concepto marcado por la disonancia y lo imprevisible. La invención de sí estaría ligada a un “hacerse” que va más allá de la obra, de lo escrito y que compromete al cuerpo como espacio donde esa invención se hace carne. El cuerpo como laboratorio, escenario y experimentación. Y en ese gesto, puede ser entendida una frase fetiche del propio García: “La vanguardia es así”.
Notas
Polimeni, Carlos. “Charly sopla velitas. Papá cumple cincuenta”, en diario Página 12, 23 de octubre de 2001.
Recordemos algunos de sus escándalos mediáticos, como por ejemplo, su bajada de pantalones en un recital, sus ataques a la prensa; o cuando, más recientemente, se tiró de un noveno piso a una pileta, en un hotel de Mendoza. Además, su “comentada” adicción al alcohol y las drogas estuvo acompañada de una serie de internaciones a comienzos de la década del ’90, lo cual trajo aparejado que, durante mucho tiempo, en la opinión pública se hablara de su inminente muerte.
Nicolás Rosa utiliza esta expresión a propósito del escritor Jorge Luis Borges, en El arte del olvido. Bs. As. Editorial Puntosur. 1990 (pág. 148).
“Pienso que por ahí la gente que se sintió alienada con Say no more, con esas novenas, con esas notas que se metían y que parecían fuera de lugar, quizá pueda ampliar su vocabulario auditivo con este disco. No te olvides que los músicos cuando grababan no sabían bien cómo era el tema ni las notas que tenía (…) Se produjo algo raro ahí”. Entrevista a Charly García por Sergio Marchi, en revista Rolling Stone.
Polimeni, Carlos. “Charly sopla velitas. Papá cumple cincuenta”, en diario Página 12, 23 de octubre de 2001.
Recordemos algunos de sus escándalos mediáticos, como por ejemplo, su bajada de pantalones en un recital, sus ataques a la prensa; o cuando, más recientemente, se tiró de un noveno piso a una pileta, en un hotel de Mendoza. Además, su “comentada” adicción al alcohol y las drogas estuvo acompañada de una serie de internaciones a comienzos de la década del ’90, lo cual trajo aparejado que, durante mucho tiempo, en la opinión pública se hablara de su inminente muerte.
Nicolás Rosa utiliza esta expresión a propósito del escritor Jorge Luis Borges, en El arte del olvido. Bs. As. Editorial Puntosur. 1990 (pág. 148).
“Pienso que por ahí la gente que se sintió alienada con Say no more, con esas novenas, con esas notas que se metían y que parecían fuera de lugar, quizá pueda ampliar su vocabulario auditivo con este disco. No te olvides que los músicos cuando grababan no sabían bien cómo era el tema ni las notas que tenía (…) Se produjo algo raro ahí”. Entrevista a Charly García por Sergio Marchi, en revista Rolling Stone.
Fuente: http://www.expoesia.com.ar